lunes, 30 de marzo de 2009


DOCUMENTO HISTÓRICO


Lic. Pedro Rivera Briseño


En 1918 Amado Nervo, publica su libro “Lecturas Literarias”, dentro del cual incluye una carta histórica como réplica a una anterior enviada por Maximiliano a su persona. En esta carta (1864) que se ha convertido en un documento histórico, Juárez le contesta con singular energía su rechazo a la monarquía y la de sumarse a esta, considerando tal petición como inaceptable para un hombre que se debe a la nación.


De Benito Juárez a Maximiliano.
Monterrey, Mayo 28 de 1864.
Respetable señor.


Me dirige usted, particularmente su carta de 22 del pasado, fechada á bordo de la fragata Novara, y mi calidad de hombre cortés y público me impone la obligación meditada de contestar, porque ya debe suponer que el delicado é importante cargo de Presidente de la República absorbe casi todo mi tiempo, sin dejarme descansar de noche.

Se trata de poner en peligro nuestra nacionalidad, y yo, que por mis principios y juramentos soy el llamado á sostener la integridad Nacional, la soberanía y la independencia, tengo que trabajar activamente, multiplicando mis esfuerzos para corresponder al depósito sagrado que la Nación en el ejercicio de sus facultades, me ha confiado; sin embargo, me propongo aunque ligeramente, contestar los puntos más importantes de su citada carta.

Me dice usted, que abandonando la sucesión de un trono de Europa, abandonando su familia, sus amigos, sus bienes y lo más caro para el hombre, su patria, se han venido usted y su esposa Doña Carlota, á tierras lejanas y desconocidas, solo para corresponder al llamamiento espontáneo que le hace un pueblo que cifra en usted la felicidad de su porvenir.

Admiro positivamente, por una parte, su generosidad y, por otra parte, ha sido verdaderamente grande mi sorpresa encontrar en su carta la frase llamamiento espontáneo, porque ya había visto antes, que cuando los traidores de mi patria, se presentaron en comisión por sí mismos en Miramar, ofreciendo á usted la corona de México, con varias cartas de nueve ó diez poblaciones de la Nación, usted no vio en todo eso más que una farsa ridícula, indigna de ser considerada seriamente por un hombre honrado y decente.

Contestó usted á todo eso exigiendo una voluntad libremente manifestada por la Nación, y como resultado del sufragio universal: esto era exigir una imposibilidad; pero era una exigencia propia de un hombre honrado. ¿Cómo no he de admirarme viéndole aceptar las ofertas de los perjuros y aceptar su lenguaje, condecorar y poner á su servicio á hombres como Márquez y O’Horan y rodearse de toda esa parte dañada de la sociedad mexicana?

Yo he sufrido, francamente, una decepción: yo creía á usted una de esas organizaciones puras, que la ambición no alcanzaría á corromper. Me invita usted á que vaya a México, ciudad á donde usted se dirige, á fin de que celebremos allí una conferencia en la que tendrán participación otros jefes mexicanos que están en armas, prometiéndonos á todos las fuerzas necesarias para que nos escolten en el tránsito: y empeñado como seguridad y garantía su fe pública, su palabra de honor.

Imposible me es, señor, atender á ese llamamiento; mis ocupaciones no me lo permiten, pero si en el ejercicio de mis funciones públicas yo debiera concurrir á tal invitación, no sería suficiente la fe pública, la palabra de honor de un agente de Napoleón, de un hombre que se apoya en esos afrancesados de la Nación Mexicana, y del hombre que representa hoy la causa de una de las partes que firmaron el Tratado de la Soledad.

Me dice usted que de la conferencia que tengamos, en el caso de que yo la acepte, no dude que resultará la paz, y con ella la felicidad del pueblo mexicano y que el Imperio contará en adelante, colocándome en un puesto distinguido, con el servicio de mis luces y el apoyo de mi patriotismo.


Es cierto, señor, que la historia contemporánea registra el nombre de grandes traidores que han violado sus juramentos y sus grandes promesas; que han faltado á su propio partido, y á sus antecedentes, y á todo lo que hay de sagrado para el hombre honrado; que en estas traiciones el traidor ha sido guiado por una ambición de mando y un vil deseo de satisfacer sus propias pasiones y aun sus mismos vicios; pero el encargado actualmente de la Presidencia de la República, salido de las masas del pueblo, sucumbirá (si en los juicios de la Providencia está determinado que sucumba) cumpliendo con su juramento, correspondiendo á las esperanzas de la Nación que preside, y satisfaciendo las inspiraciones de su conciencia.

Tengo la necesidad de concluir por falta de tiempo, y agregaré solo una observación. ¿Es dado al hombre, señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen y de sus vicios propios una virtud? Pero hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad, y es el fallo tremendo de la historia. Ella nos juzgará.


Soy de Ud. atento y seguro servidor,

BENITO JUAREZ


Fuente: Nervo, Amado. Lecturas literarias. París: Librería de la Vda. de C. Bouret, 1918.

sábado, 28 de marzo de 2009

JUÁREZ BAJO LA LUPA GRINGA
Segunda Parte

Lic. Pedro Rivera Briseño


EL CONSEJO DE GUERRA Y LA EJECUCIÓN DE MAXIMILIANO

Casi todas las acusaciones que se hicieron a Maximiliano, podrían con igual derecho hacérselas a sí mismos Juárez y sus secuaces; pero a Juárez le importaba tremendamente la sentencia de muerte del Emperador, pues en su pertinaz y soberbia insistencia de quitarle la vida veía satisfechos sus instintos de raza y consideraba el hecho como una bofetada simbólica en el rostro de todos los monarcas de Europa y en particular de los descendientes de Carlos V. Hasta supo desentenderse de la suplica que le envió William H. Seward, Secretario del Exterior de E.U.A. pidiendo clemencia. Con gusto había extendido la mano a los Estados Unidos cuando necesitaba ayuda para sus fines; pero ahora ya no le hacía falta, y quería que el mundo supiera que él era independiente. Cuando la esposa del Príncipe Salm fue a verlo a San Luis Potosí y se puso de rodillas en su presencia y llorando le pidió la vida de Maximiliano, Juárez le respondió fríamente: “siento, señora, el verla a usted arrodillada delante de mí; pero si todos los reyes y reinas de Europa estuviesen en su lugar yo no podría perdonarle la vida “No era Juárez para tomar a Lincoln como dechado. Este jamás aborreció y hasta el fin de su vida siempre invocó la paz, conforme a la tradición americana.


Por su parte, Maximiliano se engrandecía tanto más, cuanto más se acercaba a la muerte, y el 14 de Junio escribiendo al embajador de Austria, Barón Lago, le decía: “ haga todo lo que pueda para salvar a los oficiales y soldados Austriacos que aún quedan en México, y para ayudarles a regresar a Europa “. Habiéndosele dado la falsa noticia de que su esposa había muerto, escribió con mano temblorosa una posdata en que decía: “Acabo de saber que mi pobre esposa ha sido liberada de sus sufrimientos. La noticia me destroza el corazón, pero en la situación presente es un consuelo para mí. Solo tengo una súplica que hacer a este mundo: que mi cuerpo sea depositado junto al de mi pobre esposa “.

Cadaver de Maximiliano momificado
tras el primer embalsamiento en México


Trágico fin del sueño de Miramar

Se celebró el consejo de guerra: tres votos fueron de destierro perpetuo y tres fueron de muerte. El presidente, un joven Teniente Coronel, añadió el suyo a los últimos, sellando con eso la suerte de Maximiliano, Miramón (Miguel) y Mejía. (Tomás) La ejecución el día 16 de Junio a las tres de la tarde. Los presos pasaron las últimas horas escribiendo cartas de despedida y preparándose a la muerte.


Cada uno de los condenados a muerte hizo su confesión sacramental con un sacerdote y recibió la Sagrada Comunión. Pero dieron las tres de la tarde y nada sucedió. A las cuatro se les informo que Juárez había concedido una demora de tres días, y los prisioneros pudieron creer al principio que ello indicaba que Juárez acabaría por conmutar la sentencia; pero se vio que tales esperanzas eran vanas. Cuando Maximiliano dirigió un telegrama a Juárez suplicando ser el la única víctima, la respuesta fue negativa. Por otro lado Escobedo se ofreció a interceder por Mejía, que le había salvado la vida en cierta ocasión; pero este replico que aceptaría su mediación solamente con la condición de que incluyese a Maximiliano y a Miramón, y como Escobedo no quisiera hacerlo así, Mejía dijo: “ muy bien, entonces que me fusilen con su majestad “.


A las tres de la mañana del 19 de junio de 1867 se levantaron los tres y oyeron la misa que dijo su confesor, el Padre Soria, delante de ellos, y comulgaron. Maximiliano saco de su bolsillo su rosario y lo entrego al Doctor Basch, como ultimo recuerdo para su querida madre. A la hora señalada se dirigió a las celdas de sus compañeros y pregunto: ¿están ustedes listos, señores? Yo estoy preparado. Abrazo a Mejía y a Miramón diciendo: “pronto volveremos a encontrarnos en la otra vida “.


Subieron a los coches que los esperaban, y fueron llevados con una fuerte escolta militar al Cerro de las Campañas, donde se habían rendido. Mejía se hallaba muy debilitado por larga enfermedad, y al ver a su joven esposa con un niño en brazos, se sintió desfallecer, ascendieron por la pendiente del cerro, y fueron puestos de cara al sol naciente de Querétaro, Maximiliano en medio, Miramón a su derecha y Mejía a su izquierda; pero Maximiliano, volviéndose a Miramón, “general – le dijo - , un valiente debe ser honrado por su soberano aun en la hora de la muerte. Permítame que le dé el sitio de honor “, y lo puso en medio. Sus últimas palabras fueron: “perdono a todos y ruego que me perdonen también a mí. Ojala que mi sangre sea de provecho para este país. ¡Viva Mexico!


¡Viva su Independencia! Se leyó la sentencia, el pelotón armado a un solo metro de distancia apunto sus fusiles, y tres detonaciones repercutieron desde el Cerro de las Campanas en eco fúnebre: tres hombres rodaron muertos al suelo. Maximiliano, Miramón y Mejía. Su esposa Carlota victima de esquizofrenia hasta llegar a volverse completamente loca tuvo que ser encerrada hasta su muerte (1927). Ella creía que seguía en México y tenía una muñeca a la cual le llamaba “Máx.”.

Este aspecto presentaba Maximiliano en su velorio en Viena

P.D. de “Frente al Cerro Colorado”:

Nota 1: El emperador enfrentó su muerte con valor antes de ser fusilado. El solo habló en español y ofreció a sus ejecutores una porción de sus monedas de oro para que no le dispararan en la cabeza y así su madre pudiera ver su rostro. A pesar de haber tomado el dinero el pelotón de fusilamiento Juarista le disparó en la cabeza. (www.casaimperial.org 2003)


Nota 2: Para satisfacer su venganza Juárez inspeccionó el cadáver de Maximiliano en la ciudad de Mexico, donde fue embalsamado por segunda vez. Este segundo embalsamiento se hizo en la iglesia de San Andrés, y a consecuencia de ello la iglesia dicha se convirtió en lugar de peregrinación para los antiguos imperialistas. Juárez mando demoler la iglesia en una sola noche, y en su lugar se ve hoy la Secretaria de comunicaciones y obras publicas.
(Schlarman, México Tierra de Volcanes. 1950)


Nota 3: Después de difíciles negociaciones con un incomplaciente Juárez, quien tuvo que soportar la crítica del siempre amistoso Washington, el cuerpo de Maximiliano fue devuelto a Austria en el mismo barco, S.M.S. “NOVARA” el cual lo había traído a México, era ahora el que se llevaba su cuerpo a Trieste y su final lugar de descanso en la cripta imperial de Viena. (www.casaimperial.org 2003)


Estimado lector: ¿Qué opina usted de Joseph H. L. Schlarman en su visión crítica sobre Benito Juárez? Le agradezco su comentario al respecto (Lic. Pedro Rivera Briseño).



domingo, 22 de marzo de 2009

benito juarez
JUÁREZ BAJO LA LUPA GRINGA
Primera Parte


Lic. Pedro Rivera Briseño

A continuación les presento textualmente dos temas; referentes al Carácter de Benito Juárez y del Consejo de Guerra que determinaría la suerte de Maximiliano, obtenidos del libro intitulado “México Tierra de Volcanes” (primera edición: 1950) escrito por el autor Norteamericano Joseph H. L. Schlarman, quien es Conocido en los Estados Unidos por varias obras históricas llevadas a cabo con investigación acuciosa y absoluta serenidad. Una de ellas es “From Quebec to New Orleans” la cual narra la historia de los franceses en América, publicada en 1930.


10 años le llevó a Schlarman escribir, hasta publicar esta gran obra donde el autor muestra serenamente los hechos del pasado mexicano con una óptica gringa, y que nos muestra fehacientemente a personajes en el contexto de la vecindad de México con Estados Unidos.

EL CARÁCTER DE JUÁREZ
“A Juárez mordía, desde hacía algún tiempo, una profunda envidia contra el general Porfirio Díaz. Cuando este tomó la ciudad de Puebla y derrotó a Márquez, Juárez se concretó a enviarle, a través del Ministro de la Guerra, una breve nota que decía: “El Presidente ha sido informado de que usted ha ocupado la ciudad de Puebla”. Se reprochó a Díaz el no haber fusilado bastantes prisioneros en Puebla, y a pesar de que éste pedía con instancia el indulto para el general imperialista O`haran, el perdón fue terminantemente negado por Juárez. De esta manera iba ensanchándose poco a poco la brecha que separaba a los dos oaxaqueños, el zapoteca de raza pura, Don Benito, y el mestizo de español y mixteca, Díaz.


El carácter de Juárez es, en cierto sentido, difícil de comprender. Desde luego que era un indio zapoteca taciturno, nacido en tiempos turbulentos. Había recibido una educación católica, pero cayó bajo la influencia de los enemigos de la iglesia en su edad más impresionable, y, haciéndose discípulo del filósofo francés Comte, cuyo sistema era de crítica negativa y destructora, sin más tendencias positivas que visiones anarquistas y salvajes, Juárez participó de esas concepciones, propias de la mayoría de los revolucionarios franceses.


Comte consideraba al Estado como la última fuente de toda ley, en oposición a la doctrina católica de que, cualquiera que sea la autoridad de que goce un gobernante, esta proviene de Dios, causa primera de todas las cosas. De ahí que las leyes promulgadas por los poderes civiles deben basarse en las leyes de Dios, cuya expresión se encuentra en los mandamientos del Decálogo y en la Ley Natural. A este propósito León XIII se expresa en los términos siguientes: “El no querer reconocer a Dios como autor de la autoridad política es nada menos que querer que la autoridad política se vea despojada al mismo tiempo de su gloria y de su fuerza”.


Juárez, el indio zapoteca, rumiaba las teorías positivistas de Comte y de Saint-Simon en su cabeza dura y orgullosa, y si bien los frailes habían logrado antaño domeñar la salvaje naturaleza de sus antepasados, que sacrificaban víctimas humanas, ahora la masonería de tipo rabiosamente anticatólico, como lo eran la francesa y la española le habían inoculado el odio contra la iglesia. Se sentía poderoso, y su sangre zapoteca, como brotando de debajo de la capa de civilización cristiana, ardía en deseos de una venganza taimada y tenaz, como las de su raza. Un representante de Carlos V, antecesor de Maximiliano, había sometido a los zapotecas, y ahora, a tres siglos y medio de distancia, un indio zapoteca iba vengar a Cuauhtémoc.


Así fermentaba en la cabeza terca de Juárez la sangre del indio bajo el influjo de las doctrinas de Comte y Saint-Simon, tomando además el sabor anticatólico que le daba la masonería. Como vestigios de su educación en el catolicismo pueden señalarse los hechos siguientes: Hizo educar a su hijo por un sacerdote, y cuando el cubano Pedro Santacilia, secretario de Juárez, quiso casarse con su hija solamente por lo civil, Don Benito rechazó la proposición diciendo: “mi hija es una joven decente, y el matrimonio civil es un contrato de burdel”. Así hablaba el que convirtió el matrimonio civil en ley… para los otros.


El peligro de muerte que acecha en una enfermedad grave suele tener efectos suavizadores aun sobre los pecadores endurecidos. Tal se vio en la persona del rey Enrique VIII, que había perdido el alma y la conciencia por causa de Ana Bolena, cuando en 1528 se declaró una epidemia en Londres. El rey, profundamente asustado, “se separo de Ana, y se dejo ver continuamente en público con su esposa (Catalina). Se confesaba diariamente, recibía con frecuencia la Comunión y en general dio señales de ablandarse”. De un modo semejante, cuando en 1850 apareció el cólera en forma violenta en Oaxaca, segando las vidas de sus habitantes, Don Benito Juárez, que había sido el más implacable enemigo de la iglesia, se confesó, comulgó, y con los brazos cruzados tomo parte en una procesión pública que recorrió las calles de Oaxaca”. (Foto caricatura de Juárez:
mundo-nolo.blogspot.com/2007_09_01_archive.html) Continuará...

viernes, 13 de marzo de 2009


EL MÍTICO JUÁREZ
"Entre los individuos, como entre las naciones..."

Lic. Pedro Rivera Briseño


El presente artículo es solo un preámbulo de una trilogía de publicaciones que presentare a ustedes sobre la personalidad de Benito Juárez para que el lector asuma una actitud crítica sobre la realidad que rodea al mítico Juárez. La primera publicación la he denominado: “Juárez bajo la lupa gringa”, contenida en dos partes, en la primera se presenta El Carácter de Juárez y en la segunda El Consejo de guerra y la ejecución de Maximiliano. La tercera publicación se ha intitulado: “Documento Histórico”, una carta de Juárez a Maximiliano (donde Juárez da respuesta a una misiva enviada por Maximiliano).


Por cierto…
La célebre frase "Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz", forma parte del discurso del Lic. Benito Pablo Juárez García (1806 – 1872) del 15 julio de 1867, al entrar triunfante a la Ciudad de México, después de que Maximiliano fue fusilado.

Sin embargo, Emmanuel Kant (1724-1808), autor alemán, utiliza una frase similar, en su ensayo "Zum Evigen Friden" (La Paz perpetua) “la injusticia cometida se ejerce únicamente en el sentido de que no respetan el concepto del derecho, único principio posible de la paz perpetua.”, en la que debió inspirarse, en mayor o menor medida, el Lic. Benito Juárez al momento de redactar el mencionado discurso.

Así mismo, ese concepto es manejado por Henry Benjamin Constant de Rebeque (1767-1830), nacido en Suiza y avecindado en Francia, en sus obras “La libertad de los antiguos comparada con la de los modernos “ y “Curso de Política Constitucional”, obras con las que evidentemente estaba familiarizado el Lic. Benito Juárez.

Queda pues, en entredicho la originalidad de la histórica frase por parte de nuestro benemérito héroe nacional.

Fuentes:
Tradución de "Zum Evigen Friden" (La Paz perpetua)
http://www.enfocarte.com/3.21/filosofia2...