viernes, 30 de abril de 2010

El Rosario de Amozoc
Segunda parte
Lic. Pedro Rivera Briseño
LA CULATA

Había una mujer temiblemente peleonera en el pueblo, y con un trasero de dimensiones extranormales a la cual apodaban “la Culata”. Su marido era un tipo borracho y pendenciero, que al igual que su mujer, a la menor provocación estallaba en cólera y arremetía contra cualquiera.
Ese día no podían faltar ambos; la Culata se encontraba en el interior de la iglesia a punta de maltratadas, empujones y golpes. El marido de la Culata buscaba desesperadamente a su mujer, el cual se abría paso a golpes y gritos en medio de tanto amontonamiento de personas y en el estado de ebriedad en que se encontraba, entre alabanzas y letanías le pareció escuchar y que todo el mundo repetía: …”MAATEN A LA CULATAAA”… “MAATEN A LA CULATAAA”… ¡no!... exclamó el marido… ¡A mi Culata no la toquen porque los mato…hijos de….! Y con esto, se dimensionó la gresca. En realidad lo que se repetía a coro en el templo era: “MATER IMMACULATA, MATER IMMACULATA”… (MADRE INMACULADA). Pequeña confusión, ¿no?

PRONTO SE CONVIERTE EN BATALLA CAMPAL

Los devotos que ya andaban por la calle cantando y rezando, regresaron rápidamente para ver por qué del escandalazo. No bien llegaron algunos cuando recibieron un cristazo como se dice vulgarmente “entre ceja, nariz y madre” y así, también ellos participaron en la trifulca…
Un trancazo le toco a la vieja camorrista del pueblo: la Culata, quien tomó el pesado cristo de bronce y lo enarboló cual contundente mazo. Con mirada fiera clavó los cuchillos de sus pupilas sobre una vieja y descargó con todas sus fuerzas el golpe que hizo que la plebe que los rodeaba, fueran bañados con un chorro de roja y reluciente sangre.

Muchos cayeron al suelo bañados en sangre. Por donde quiera los cristazos se repartían a placer…Ya ninguna mujer llevaba rebozo en la cabeza, sino que andaban desgreñadas y escurriendo sangre y presentaban rajadas impresionantes en el cuero cabelludo, pero eso sí: andaban hechas una furia y gritaban palabras soeces.
Los viejos odios que se profesaban familias enteras allí quedaron saciados, bien satisfechos: Los Martínez se vengaron de los Almeida; Los Arredondo de los Arriaga; en fin… Los sacerdotes trataban de imponer la paz, pero un cristazo en la espalda los echaba de bruces al suelo; todo el mundo ardía de rabia y coraje. Pronto, aquello fue un espectáculo dantesco, ya que la sangre chorreaba por todos lados…
Todos andaban desgarrados y desgañitados de gritar, llenos de sangre. Puesto que en esa apretura no se podían pegar en los cuerpos, los porrazos iban únicamente a la cabeza… Había muchísima gente herida de gravedad y casi sin espíritu, yacía en el suelo casi agonizando, con sangre que les salía a chorros por los oídos y nariz, y sobre de ellos pasaba la muchedumbre enardecida…

IMÁGENES DECAPITADAS
Por supuesto que los Cristos no salieron muy bien librados de la gresca: los había sin cabezas, sin brazos, sin piernas… Los de barro se hacían polvo y los de madera se partían. Todos los esgrimían de un lado para el otro. Los Cristos de gran tamaño los manejaban a dos manos como temibles mazos, listos para pulverizar cráneos.
Solo los de hierro, plata y bronce estaban casi ilesos, solo un poco torcidos…
Una vez que acabó la contienda, los médicos y boticarios no se daban abasto para atender a tanto herido. Hasta tuvieron que pedir médicos y medicinas de Puebla de los Ángeles… los encargados del Ayuntamiento de Limpia sudaron la gota gorda tratando de borrar las manchas de sangre de las calles…
No se sabe si el sacristán y los sacerdotes fueron suspendidos en su cargo ministerial o los cambiaron a otro poblado muy lejos de ahí… Lo que sí se sabe, es que jamás los volvieron a ver en la iglesia.

PROCESIONES SUSPENDIDAS

Este suceso fue de tal trascendencia que en todas partes no se comentaba otra cosa más que del Rosario de Amozoc, por lo tanto, don Manuel Flon de Tejada, conde de la cadena, intendente de Puebla de los Ángeles, mandó que se suspendieran para siempre esas tales procesiones, ya que se temían dos cosas: Primero, que en el futuro se suscitara otra tremolina como la que acababa de suceder. Segundo, que en otra gresca sangrienta se volvieran a usar como armas ofensivas las imágenes de Cristo crucificado. Así fue que, con ese escandalazo en el que todo el pueblo quedó hecho una lástima, terminaron para siempre las muy mentadas y célebres procesiones de Amozoc…
A partir de este hecho sangriento, corrió la voz por la Nueva España la frase: “Acabó como el Rosario de Amozoc”, cuando en una fiesta terminaba en una gran pelea generalizada…esta frase perdura en la actualidad como remembranza de aquella procesión.


Fuente: Revista quincenal, Grandeza en la Historia. Texto: Martha Angélica Saldaña.

NOTA: El vocablo AMOZOC, proviene del Náhuatl, AMO, que es un adverbio de negacion y de ZOQUITIL que significa LODO. Esto es, LUGAR SIN LODO.

viernes, 23 de abril de 2010

EL ROSARIO DE AMOZOC



Lic. Pedro Rivera Briseño


“…LA CULATA, TOMÓ EL PESADO CRISTO DE BRONCE Y LO ENARBOLÓ CUAL CONTUNDENTE MAZO. CON MIRADA FIERA CLAVO LOS CUCHILLOS DE SUS PUPILAS SOBRE UNA VIEJA Y DESCARGÓ CON TODAS SUS FUERZAS EL GOLPE QUE HIZO QUE LA PLEBE QUE LOS RODEABA, FUERAN BAÑADOS CON UN CHORRO DE ROJA Y RELUCIENTE SANGRE...”



(BOLETIN INFORMATIVO, # 98, 20 DE JULIO DE 1797)

Amozoc; pueblo tranquilo y silencioso, cuyas estrechas callejuelas desembocan a la pequeña placita de viejos árboles y tosca fuente… En rededor se distinguen las herrerías que sin parar labran artísticamente el hierro, ya que esta labor es la que hace que Amozoc sea conocido en todo el país.

Más sus espuelas son las que le han dado fama, incluso en el plano internacional…
Los amozoqueños eran muy devotos; usando su gran habilidad con el hierro, confeccionaban cristos de todos tamaños y de diferentes metales: oro, plata, bronce, hierro, en fin… ¿con que objeto hacían esto?

LA PROCESIÓN

Cada año, en Amozoc, en el mes de Julio, las calles se inundan de gran algarabía y regocijo, ya que se hace la más vistosa y solemne procesión de Cristos, que es la de más fama en todo el estado de Puebla… Ahí todo el pueblo participaba: chicos y grandes, jóvenes, niños y ancianos, ricos y pobres. Cada uno llevaba en alto, con devoción y amor, un crucifijo. Los turistas que venían de otros estados la conocían como la procesión de los cristos…

Había imágenes de todos tamaños y formas; hasta de madera. Todos los Cristos lucían llagas sangrantes, grandes espinas, cicatrices, largos verdugones, grandes cabelleras humanas con cendales, anaguillas bordadas en oro, plata, listones de colores, lentejuelas, chaquiras, en fin…
No podían faltar los Cristos de marfil y pequeños crucifijos rodeados de flores que los niños portaban alegremente…

NO PODIA FALTAR EL ROSARIO

La larga procesión llevaba a cuestas sus Cristos, dando al evento un aire pintoresco. El rosario se rezaba a cada momento, el cual se hacía acompañar con música y con cantos en todos sus misterios…El viejo órgano de la parroquia era afinado unos días antes y subido a un carro tirado por mulas. Un músico le arrancaba alegres notas mientras que la procesión lo seguía con cantos y rezos.

No podía faltar el predicador que llenaba con su alegre arenga la festividad. Siempre venía uno de los más reconocidos de Puebla de los Ángeles…

A MEDIO REAL LA PARTICIPACIÓN

Pronto, la peregrinación recorría la amplia nave; entraba por la antesacristía y ahí los esperaba el sacristán quien cobraba por cada Cristo medio real por derecho de peaje. De ahí seguían de nuevo por la calle y rodeaban la parroquia; pasaban por la plazuela cantando alabanzas…Cuando se dirigían hacia la sacristía, en el interior de la iglesia, cambiaban de cantos: de alabanzas a cantos lamentosos…

Ya ahí, se oficiaba la misa y todos recibían la bendición. Con esto, terminaba la festividad y todos se iban a sus casa contentos y comentando los incidentes y los adornos y bordados que llevaban las imágenes de todos los demás…

EL INCIDENTE

Pronto, llegó el año de 1797, en donde sucedió algo que conmocionó a la Nueva España…Se inició la famosa Procesión de los Cristos como de costumbre, más esta vez, cuando llegaron hasta donde estaba el sacristán cobrando el medio real de peaje, una anciana comenzó a alegar que no era justo que ella pagase el medio real llevando un Cristo tan pequeño, mientras que el hombre que iba a su lado llevaba un Cristo de gran tamaño y le cobraban lo mismo.

--¡Oiga usted, esto me parece carísimo! – Decía la anciana. --¡solo le daré cuartilla!--…
Respondió el sacristán: “¡comprenda, por favor! ¡Éste precio se ha cobrado desde hace varios años, por Cristos ya sean grandes o ya sean chicos! ¡No puedo conceder rebajas, ya que no estoy autorizado para hacerlas!...”

Más la vieja cicatera discutía acaloradamente: --¡ya le dije, solo puedo dar cuartilla, y diga su mercé que le fue bien, porque es mucho dinero los tres centavos que le estoy ofreciendo!--…

Más el del cristo grande terció muy acalorado en la disputa y en cuestión de segundos se trabó un violento altercado. Los que venían detrás de la anciana se aglomeraron ansiosos en la puerta de la antesacristía para enterarse por qué era aquella discusión interminable, y los que iban adelante del que llevaba el Cristo de gran tamaño se regresaron también a ver…

Pronto, los que estaban atrás y los que estaban adelante empezaron a dar razones en pro y en contra de la vieja regateadora y tacaña…

Las personas que venían más atrás, ignorantes de lo que estaba sucediendo al no poder avanzar un paso más, dieron voces de impaciencia: gritaban que continuase la peregrinación, más la fila no avanzaba y los rijosos seguían en lo suyo sin importarles los demás…
Pronto, se hizo tal aglomeración que nadie podía entrar ni salir…

SE ARMA LA GRESCA

Desesperada, la gente comenzó a empujarse para tratar de avanzar, y así que la procesión siguiera su camino. Como nadie se movía, los empujones empezaron a ser cada vez más fuertes, mezclados con palabras agrias, ofensivas y soeces.

Un abusivo, aprovechando la confusión, manoseó a una guapa dama, más el marido se dio cuenta y el puñetazo hacia la nariz del gañán no se hizo esperar. Al sentirse golpeado, el sujeto cayó sobre unas personas rompiéndoles el Cristo de barro que llevaban. Inmediatamente, se armó la gresca: unos para defenderse y otros para defender a sus familiares o amigos agredidos. Los puños salieron a relucir en los hombres y las uñas en las mujeres. Ya todo fue escándalo y confusión llena de gritos y groserías, donde no se respetaba ni a las señoritas ni a los ancianos…

Así, de los golpes con las manos se pasó a darlos bonitamente con los Cristos, que eran magníficas armas contundentes, entre un gran alboroto, los esgrimía defendiéndose o atacando con saña.

Continuará …